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lunes, 21 de marzo de 2011

Represión / Disolución

En la obra de S. Freud (1) hay una distinción entre dos conceptos: represión (verdrängung) y sepultamiento o disolución (untergang). En el primer caso algo cae pero retorna, hay compensación sustitutiva, transacciones. En el segundo caso, hay destrucción definitiva, pero es una destrucción que crea otra cosa. Hay cambio cualitativo y no sólo cuantitativo como en el la represión; por lo tanto hay creación. Distinción siempre mencionada pero sin una elaboración clara de la misma.


En “La disolución del complejo de Edipo” de 1924, dice Freud:

No veo motivo alguno para no considerar el apartamiento del Yo del complejo de Edipo como una represión, aunque la mayoría de las represiones ulteriores se produzcan bajo la intervención del Super-yo, cuya formación se inicia precisamente aquí. Pero el proceso descripto es más que una represión y equivale, cuando se desarrolla perfectamente, a una destrucción y a una desaparición del complejo… Si el Yo no ha alcanzado realmente más que una represión del complejo, este continuará subsistiendo, inconsciente, en el Ello y manifestará más tarde su acción patógena” (2) (subrayado nuestro)

El concepto que introduce Freud es disolución (untergang). Hay una necesidad teórica de distinguirlo de la represión, de lo contrario, no hubiese utilizado el término en varios lugares de su obra.
Sin embargo, no encontramos más explicaciones sobre este desarrollo perfecto que desembocaría en una destrucción y desaparición del complejo. Por el contrario, la clínica nos muestra que Edipo subsiste inconsciente y manifiesta su acción patógena en el padecimiento y los síntomas por los que los pacientes consultan a un analista.
De todas maneras, Freud mantiene la distinción de dos desenlaces del Edipo (disolución-represión)

En “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica” de 1925 dice:

El complejo no es simplemente reprimido en el varón, sino que se desintegra literalmente bajo el impacto de la amenaza de castración. Sus catexias libidinales son abandonadas, desexualizadas y, en parte, sublimadas; sus objetos son incorporados al Yo, donde constituyen el núcleo del Superyo. En el caso normal (más bien dicho en el caso ideal, ya no subsiste entonces complejo de Edipo alguno, ni aún en el inconsciente: el Superyo se ha convertido en su heredero” (3)

En la conferencia “La angustia y la vida instintiva” de 1932 se refiere a los distintos destinos que sufren los impulsos instintivos (pulsionales) en el Ello, uno de ellos nos interesa:

Experimentan un profundo aniquilamiento, en el cual la libido queda definitivamente encaminada por otras vías. Así sucedía en la solución normal del complejo de Edipo el cual, en este caso deseable, no queda pues simplemente reprimido, sino que es destruido en el Ello” (4) (subrayado nuestro)

En estos ejemplos vemos cómo mantiene la distinción entre dos destinos del Edipo, pero sin alejarse mucho de lo que había enunciado en 1924.
Si el complejo de Edipo debe llegar a una final, ¿Cómo pensar esa operación sin que su resultado sea una sexualidad sintomática y repetitiva de la problemática edípica pasada?

En “Moisés y la religión monoteísta” de 1938, se mantiene la ambigüedad teórica entre disolución/represión, pues en el texto Freud describe los aspectos de la represión – retorno de lo reprimido – formación de síntomas, propio de la neurosis y también va trabajando la noción de tradición relacionada con la disolución mosaica.
Freud se pregunta ¿cómo es posible que una tradición (mosaica) haya pasado al dominio popular? Para responder esta pregunta sostendrá una casi completa concordancia entre el individuo y la masa. Hagamos un poco de historia.

Moisés el egipcio transmite a los judíos la religión monoteísta de Aton. Al morir el faraón Ikhnatón, Moisés tuvo que organizar el éxodo de Egipto entre 1358 y 1350 ante la caída en desgracia del nuevo culto monoteísta que había impuesto el faraón.
Más tarde, Freud rastrea al Moisés madianita, nombre de un sacerdote de las tribus judías de las que surgió el pueblo de Israel. Su dios era Yahvé, ominoso, sediento de sangre y nocturnal. Este Moisés madianita no parece tener relación con los hechos del homónimo personaje egipcio. Freud sostiene que el primer Moisés abandonó Egipto con un importante número de seguidores de su nueva religión monoteísta. Mas tarde fue asesinado por los judíos, halló violento fin en una revuelta de su pueblo que así abandonó su religión.
La catástrofe de Moisés y de la religión por él fundada, su “untergang” no pudo evitar que un grupo de seguidores fieles, una minoría influyente y superior culturalmente, guardara su memoria y cultivara la tradición de sus enseñanzas.
Tras la fundación de la religión nueva, yahvética, en Kadesch, un siglo después, los judíos habrían rendido un postrer homenaje a la figura del Moisés egipcio, verdadero salvador de su pueblo, fusionándolo con el Moisés madianita. Esta solución de compromiso, sintomal, explica la dislocación o desfiguración de los textos históricos.
La segunda fundación religiosa deja reprimida y suplanta a la primera aunque esta sale a la luz más tarde por detrás de aquella bajo la forma de una tradición que persistió a los largo de los siglos encarnada por un pequeño círculo de profetas, que continuaron la religión del Moisés egipcio haciéndola irrumpir con más fuerza sobre vastas masas de personas.
Freud quiere explicar este fenómeno histórico: ¿Es un mero retorno de lo reprimido, transaccional, sintomático? Concluye la primera parte del tercer ensayo diciendo:

Una tradición que se basara en la comunicación oral, nunca podría dar lugar al carácter obsesivo de los fenómenos religiosos. Sería escuchada, juzgada, y eventualmente rechazada, como cualquier otra noticia del exterior, pero jamás alcanzaría el privilegio de librarse de las restricciones que comporta el pensamiento lógico. Es preciso que haya sufrido antes el destino de la represión, el estado de conservación en lo inconsciente, para que al retornar pueda producir tan potentes efectos, para que logre doblegar a las masas bajo su dominio, como lo comprobamos en la tradición religiosa, asombrados y sin lograr explicárnoslo por el momento.” (5)

Para la masa remite el fenómeno a las huellas mnemónicas del grupo, la herencia arcaica. Para explicar la tradición en el individuo y la masa recurre al inconsciente y la represión que conservan las huellas mnemónicas, lo olvidado no fue borrado sino reprimido.
Pero entonces la disolución queda equiparada con el proceso represivo que implica el retorno de lo reprimido, como ocurre en la neurosis.
La religión de Moisés sufrió su disolución y siguió ejerciendo sus efectos en el trasfondo. Parecería que haber sido “sepultada” de este modo le daba más fuerza en su retornar que el que tuvo la palabra misma de su fundador.
Para dar cuenta de esta disolución Freud la equipara a la represión y al retorno de lo reprimido en el sujeto, cuando a lo largo de su obra, y especialmente en este texto, parecería querer separar otro proceso, no muy claramente formulado.

Para entender mejor este desenlace del Edipo no tan frecuente pero posible, busquemos el significado del término “untergang” en la filosofía alemana y especialmente en Friedrich Nietzsche.

En su famosa obra “Así habló Zaratrustra” 1884 (6), el traductor nos comenta en una nota al pie de página que el verbo “untergehen” es una de las palabras-clave en la descripción de Zaratrustra. Esta palabra tiene muchos matices lo que hace dificultosa su traducción al castellano. Literalmente significa “caminar (gehen) hacia abajo (unter)”. Esto es así: Zaratustra baja de la montaña. En segundo lugar designa la “puesta del sol”, el “ocaso”. Zaratustra quiere obrar como el sol al atardecer, es decir, “ponerse”. En tercer término “untergehen” y el sustantivo “untergang” se usan con el significado de hundimiento, destrucción, decadencia. También Zaratustra se hunde en su tarea y fracasa, su tarea le destruye. El hombre, dice Zaratustra, es un “tránsito y un ocaso”. Esto es, al hundirse en su ocaso, como el sol, pasa al otro lado (de la tierra, según la vieja creencia). Y “pasar al otro lado” es superarse a sí mismo y llegar al superhombre.
En Zaratustra se tratará de un deseo de muerte, pero no de una destrucción definitiva que no deje huellas. Sino de un proceso que implica desaparición y al mismo tiempo una persistencia virtual capaz de producir efectos potenciales. El ejemplo más cotidiano sería el de la aspirina que al disolverse en agua produce efectos como su contracara creativa.

Suponemos que cuando Freud utilizó “untergang” estaba influído en la rica polisemia que tiene esta palabra. La posibilidad de metaforizar lo heredado para apropiárselo, pero ya no como lo mismo, sino transformado luego de su adquisición.

No obstante, encontramos diferencias entre el personaje de Zaratustra y el protopadre de “Tótem y Tabú” 1912-3. (7) En el primer caso se trata del deseo de muerte del padre (genitivo subjetivo). Es el padre quien desea morir, morir a tiempo. En Freud, el deseo de muerte del padre se refiere al genitivo objetivo. Es el deseo de los hijos de matar al padre de la horda primitiva. Este es un amo legislador, haciendo de su capricho la ley. Padre primordial cuyo resto no digerido en la comida totémica lo encontramos en la clínica con su voz cruel, sus mandatos insensatos, su mirada furibunda.

Como el complejo de Edipo es en definitiva el complejo paterno, en Freud coexisten estas dos perspectivas que estamos viendo, el padre de la horda, padre imposible de olvidar que retorna; y un padre que al disolverse como en el caso de Moisés, da lugar a un proceso creacionista, más allá de la neurosis.



Notas

1) Todas las referencias a la obra freudiana fueron realizadas en base a las Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva 1981. Traducción Luis Lopez Ballesteros y de Torres.

2) La disolución del complejo de Edipo. 1924 op.cit. Tomo 3. p 2750.

3) Algunas consecuencias de la diferencia sexual anatómica. 1925 op. cit. Tomo 3 p.2902.

4) Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis. 1932 op.cit. Tomo 3 conferencia 32 p.3152.

5) Moisés y la religión monoteísta. 1938. op.cit. Tomo 3 p. 3302.

6) Así habló Zaratustra. 1884. Friedrich Nietzsche. Ediciones Altaza. Prólogo y nota 4. Traducción Andrés Sánchez Pascual.

7) Totem y tabú. 1912-3. op.cit. Tomo 2. Capítulo 4: El retorno infantil al totemismo. Apartado 5.



Bibliografía

Sujeto, Acto, Repetición. Carlos Basch – Raul Yafar. Letra Viva Ediciones. Artículo: El Atardecer del Padre. Raúl Yafar.

El ateísmo como voluntad de ocas. Raúl Yafar. Artículo presentado en el “simposium Nietzsche” en el año 2000. Universidad Kennedy.

Amor y perversión. Raúl Yafar. Vergara Ediciones, 6º reunión.

viernes, 13 de marzo de 2009

El lugar de la causa: dos versiones del inconsciente

En el presente trabajo, intentaremos dar cuenta de aquellos interrogantes que nos han surgido a partir de distintos contenidos de la materia.
Durante las clases prácticas aparecieron diferentes opiniones entre los colegas acerca de si la realidad material del acontecimiento traumático está o no perdida (Caso Emma)
A partir de ello, nos preguntamos qué importancia teórica tiene esta formulación, y qué implicaciones distintas derivarán en la clínica.
La forma de pensar la historia de un sujeto, y qué papel juega en su neurosis, va a estar íntimamente relacionada con la noción de inconsciente y de transferencia que manejemos, teniendo consecuencias en la dirección de la cura.
Por historicismo entendemos la búsqueda de hechos en el pasado, como una forma de explicar los padecimientos del presente. Una versión popularizada, quizás por los primeros tiempos de un Freud preocupado por la historia, por la recuperación de la verdad de lo sucedido, buscando la causa de las neurosis en el trauma acontecido.
Era necesario que el paciente recuerde y, para ello, se lo presionaba para que hable sobre lo que consideraba era la causa de su síntoma. Se trataba de un inconsciente descriptivo, por oposición a lo consciente.
A través del recuerdo trataba de acceder a la verdad de ciertos hechos traumáticos. La técnica utilizada, llamada "hipnótica", presuponía restablecer la continuidad histórica que se hallaba fragmentada por la represión.
"Las histéricas me mienten" inaugura la fantasía como concepto estructural, lo que hace cambiar la clícica. Ya no se tratará de recordar un suceso traumático. El hecho queda perdido. Se reconstruye a través de la fantasía. En esta línea, la conceptualización del mito, como aquello que viene a dar cuenta de los orígenes, injerta orden, coherencia, verosimilitud, articulación narrativa, que atenúa el efecto traumático de lo real inefable.
Al principio todo era recordable para Freud. Luego dirá que el enfermo no puede recordar todo lo que hay en él de reprimido, más bien, se ve forzado a repetir lo reprimido. Aún así, como dice Braunstein, "se encuentra esta ilusión de la historia rellenada, que pondría freno a la compulsión de repetición".
Si nos oponemos a pensar que los acontecimientos pueden dar cuenta de la neurosis, debemos explicar sobre qué bases sostenemos esta afirmación. Para ello, nos referiremos a la Carta 52, donde la inscripción del objeto en el aparato psíquico implica su pérdida. El mundo externo está mediatizado por representaciones.
Percepción-Conciencia no tienen una relación directa, no hay una adecuación sujeto-objeto. El aparato psíquico funciona bajo la condición de que algo esté perdido.
A pesar de esta teorización, Freud continúa sosteniendo, a lo largo de su obra, una posición historicista con relación a la causa.
Una cosa es lo que enuncia teóricamente y otra, es lo que hace en la clínica. Teoriza el "objeto perdido" como vimos en la Carta 52, como el posibilitador del funcionamiento del aparato psíquico. El sujeto deseante irá detrás de objetos, subrogados de aquél objeto de la experiencia de satisfacción. La experiencia mítica de satisfacción es irrecuperable, y el sujeto intentará siempre restablecerla en forma fallida. En la clínica, sin embargo, Freud mantiene la ilusión de encontrar la escena (por ejemplo la escena de seducción)
Ya sea a través del recuerdo, o de la construcción, trata de recuperar algo de lo acontecido traumático. En "Construcciones en psicoanálisis", la recuperación de los recuerdos era el "consabido propósito del trabajo analítico".
Lacan recupera este concepto freudiano del objeto perdido (Carta 52) y, con las ideas del estructuralismo, le da un nuevo impulso, tratando de superar los impases de la obra freudiana a los cuales nos hemos referido.
Si bien Lacan tomará al estructuralismo, le dará un enfoque particular, porque introduce al sujeto en la estructura. Mientras que la "estructura" que manejaba la antropología y la lingüística implicaban una estructura completa. Pero asimismo, Lacan en su primera época, tenía la esperanza de un real posible de ser conocido. Dice en "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis": "el análisis no puede tener otra meta que el advenimiento de una palabra verdadera, y la realización por el sujeto de su historia en su relación con un futuro". El inconsciente queda asimilado a la historia.
A lo largo de los años, Lacan se centrará cada vez más en aquello que queda por fuera de la estructura y que él considera su aporte original: el objeto "a", alejándose así del estructuralismo. Este objeto es el que queda por fuera de la estructura y la posibilita. Coincidiendo con Freud, en que el objeto perdido es lo que posibilita el funcionamiento del aparato. La causa no quedará en la historia, sino en la estructura.
¿Cuál es la relación entre inconsciente y estructura?
A partir de pensar el inconsciente estructurado como un lenguaje, la finalidad de Lacan es vaciar al inconsciente de contenidos, éste se produce en las hiancias de la cadena significante. En el Seminario 11 encontramos: (…)"el inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto". Al concepto de inconsciente debemos situarlo en una dimensión sincrónica, nos encontramos con una estructura intemporal, estructura que está siempre y toda allí, carente de sucesión, es la puesta en acto de la realidad del inconsciente.
Tomaremos ahora un fragmento de película, lo cual nos servirá para formular tres interrogantes: ¿Qué noción de historia está implícita? ¿Qué idea de inconsciente? ¿Cuál es el objetivo al que apunta la dirección de la cura?
Se trata de "El Príncipe de las Mareas". Una terapeuta, frente al intento de suicidio de su paciente, imposibilitada de hablar, busca al hermano de ésta. Con él intentará reconstruir el pasado de los hermanos y así comprender las razones que llevaron a su paciente a aquella trágica decisión. En un pasaje de la película hay un diálogo entre la terapeuta y el hermano gemelo de la paciente:
Él pregunta: ¿Qué quiere de mí?
Terapeuta: Información…Sólo fui terapeuta de Savannah (la hermana) durante unos meses y necesito saber tanto más sobre ella, sobre su niñez… Y ella no puede decírmelo porque tiene partes de su vida bloqueadas. Entonces, necesito que Ud. sea su memoria en un sentido, y complete los detalles que faltan.
Traemos este ejemplo para centrarnos en la maniobra que efectúa la terapeuta, qué presupuestos teóricos tiene al hacerla.
La historia a rescatar por esta terapeuta estará relacionada con los acontecimientos ocurridos, con la biografía. La causa de la enfermedad pertenece a un pasado reconstruible y ajeno al discurso de la paciente. La palabra queda desvalorizada en tanto que la verdad se busca por fuera de la relación transferencial, y sin que la paciente sea su protagonista. Sabemos que en una análisis el único sujeto que habla es el paciente.
El rastreo de esta "verdad" tendrá la función de otorgar un sentido a la enfermedad. La idea de inconsciente en este ejemplo se puede resumir en la frase freudiana "hacer consciente lo inconsciente", o "rellenar las lagunas mnémicas".
Se trata del inconsciente de contenidos, que aparece en algunos momentos de la obra freudiana, por ejemplo en pasajes de la Interpretación de los Sueños y en el Caso Dora.
Para Lacan, el inconsciente se produce como efecto de discurso, se da entre dos hiancias de la cadena significante, por eso es un fenómeno discontínuo, pulsativo, de apertura y cierre. Su manifestación sólo se da en transferencia, dentro de un dispositivo analítico.
La verdad no será un sentido producido por el analista, no está en una reconstrucción histórica, sino que se dice a medias.
En la dirección de la cura, en este ejemplo, se puede suponer a la terapeuta el sostenimiento del concepto de un inconsciente profundo, que porta una verdad a develar, a través del recuerdo de ciertos sucesos traumáticos.
La transferencia está tomada como la repetición de vínculos tempranos, que deben ser rectificados en el aquí y ahora con el terapeuta, por medio de la interpretación de la transferencia. La terapeuta, aquí, sería capaz de vislumbrar una versión objetiva de la historia y corregir sus distorsiones. De esta manera, queda ubicada en un lugar pedagógico, ofreciéndose como modelo identificatorio.

Trabajo realizado por Alicia Alvarez, Eduardo Briano, Liliana Maio Gabriela Veloz Rua y Gabriela Zonszajn para el Curso de Posgrado del Hospital Ameghino. 1997