domingo, 19 de julio de 2009

Entrevista al Lic. Adrián Kripper

El Lic. Adrián Kripper es docente y analista. Trabaja en la Facultad de Psicología U.B.A. y en el Centro de Salud # 3 Dr. Ameghino

Mantuvimos esta charla en el programa radial "Los Lanzallamas" de FM La Tribu, el 27-9-95.

Eduardo Briano: ¿Cómo surgió en vos el Psicoanálisis?

Adrián Kripper: Es una pregunta que me lleva a hacer un viaje por el túnel del tiempo...

EB: ¡Tenemos poco tiempo!

AK: La tecnología moderna hace que los viajes en el tiempo se puedan hacer muy rápido. Estoy pensando en hace 25 años atrás, época que empecé a pensar en elegir una carrera universitaria estando en el secundario, y elegí Psicología. En el año 1972 entré a la U.B.A. Poco después empecé a pensar en el Psicoanálisis como una disciplina y una práctica profesional para mí. Pensando en esto diría que tiene que ver con inquietudes humanísticas que siempre estuvieron presentes en mí. Desde chico me interesaba mucho leer sobre Historia, Mitología, Biografías. En este sentido me parece que la disciplina psicoanalítica y la práctica del Psicoanálisis recogen y realizan de alguna manera algo de aquellas inquietudes. En rigor el Psicoanálisis tiene mucho que ver con la Historia, la Mitología y las Biografías, en particular con esto último. Cada análisis es un análisis distinto; cada sujeto es un sujeto distinto, y si bien creo que es posible y necesario formular generalizaciones, conceptos generales abarcativos, diría que la práctica de cada análisis, si es eficaz, es porque apunta a lo que de singular tiene cada cual.


EB: Hablabas de Historia y Biografías. ¿Sería una Historia que se va construyendo, muy distinta a una Historia fija, inmutable?

AK: Es muy interesante la pregunta. Te diría que sí y que no. Es cierto lo que vos marcás, la idea de Historia que un analista va a manejar tiene que ver con la posibilidad de pensar la Historia desde un ángulo diferente. No un relato inmutable, sino la posibilidad para un sujeto de situarse en una posición diferente respecto de su historia. Sin embargo diría que todo concepto de Historia, más allá del Psicoanálisis, maneja esta misma idea. Es decir, la Historia no son los acontecimientos, no son los hechos, sino que la Historia es siempre el relato que un sujeto, este sujeto puede ser una persona, Herodoto o un pueblo, hace sobre esos hechos. La disciplina histórica no es una sumatoria de acontecimientos en sí sino que es cómo relata cada cual, desde la posición en que está, esos hechos. La historia nunca es innocua, nunca es objetiva porque siempre tiene que ver con quién es el que la relata. En ese sentido siempre sirve a algún determinado fin. En esto no es distinta a la Historia que cada sujeto puede relatar de sí mismo. Que generalmente son las primeras cosas que se epiezan a decir en un análisis.


EB: Me gustaría que entremos en la temática de la Salud Pública. ¿Es posible el Psicoanálisis en un Hospital Público? ¿ Qué dificultades encuentra un psicoanalista en ese lugar?

AK: Habría que distinguir las dificultades del Psicoanálisis de las dificultades del psicoanalista en un Hospital Público. Yo ejerzo una práctica desde hace varios años y mucha otra gente también, lo cual no quita que la pregunta siga siendo válida. En todo caso ¿cómo es posible la práctica del Psicoanálisis en una institución pública de salud mental? ¿Qué dificultades como disciplina, como método terapéutico (no hay que tenerle miedo a la palabra) qué obstáculos tiene el Psicoanálisis y qué obstáculos puede tener un psicoanalista?
En rigor, la pregunta por si es posible el Psicoanálisis en una institución pública es una pregunta que ha motivado jornados institucionales, interhospitalarias, que más allá de la validez de la pregunta, creo que tenía la marca de cierta necesidad de los propios analistas de autorizarnos respecto de esa misma práctica. Creo que la pregunta acerca de si es posible el Psicoanálisis en una institución no es distinta a si es posible el Psicoanálisis en un consultorio o donde fuese. En todo caso habrá que establecer cuáles son las características diferenciadas, de cómo se lleva el análisis en cada ámbito. Pero diría que las dificultados del Psicoanálisis son intrínsecas al Psicoanálisis, sea en un hospital, en un consultorio o donde fuese. El Psicoanálisis es una práctica diferente y las dificultades nunca van a ser sólo exteriores a el sino que el Psicoanálisis está destinado a tropezarse con dificultades y a tener que entenderse con ellas.


Juan C. Olave: ¿En el Hospitál Público no está más acotado el tiempo?

AK: Sí, el problema del tiempo entra a tallar. Los tratamientos necesariamente se acotan por cuestiones relativas a la demanda de asistencia. Pero en este sentido, ya hace unos cuantos años la difusión del pensamiento lacaniano dentro del campo psicoanalítico hizo incapié en que lo que caracteriza a un dispositivo analítico no es tanto la frecuencia o la duración de las sesiones, si hay o no diván, sino la particular posición de escucha del psicoanalista. Desde esa persectiva se abre la posibilidad de pensar que es posible practicar el Psicoanálisis en una institución, en tanto haya un analista que sostenga una escucha analítica durante el tiempo que resulte posible. Ahí (en el tiempo) hay limitaciones concretas.

EB: Escucha que tiene que ver con no ponerse en el lugar del consejero...


AK: No es en vano recordar lo que Freud decía de las profesiones imposibles: gobernar, educar, analizar. Que del analista se esperen consejos, que se espere que sepa, que tenga la receta, no quiere decir que efectivamente tenga todo eso y sin embargo el analista tiene que sostener ese lugar, aun así.

EB: Un oyente hizo un comentario sobre el bajo nivel salarial de los trabajadores. ¿Qué pasa con los profesionales de la Salud Pública?



AK: En general los profesionales de la Salud Pública no estamos bien pagos. Es muy común que en diversos servicios de Psicopatología muchos profesionales trabajen ad honorem...


EB: Esta crisis económica y el poco lugar que desde las esferas del poder se le da al Psicoanálisis, ¿ no sería también un obstáculo a la práctica?



AK: Las esferas del poder siempre dan poco lugar al Psicoanálisis. Su relación con el poder será necesariamente conflictiva y seguramente será de no convalidación de ese poder.


EB: ¿El Psicoanálisis en su conjunto o hay ciertas corrientes que coquetean con el poder?


AK: Desde su creación, el Psicoanálisis fue una disciplina subversiva. Tendía a romper con los conceptos imperantes en su época. Su época es toda época. Quizá un problema para el propio Psicoanálisis es que esta época lo encuentra como siendo un discurso muy repetido en los medios, de ciertos lugares comunes. La palabra Psicoanálisis parece muy difundida.


EB: ¿Por qué en los medios no aparece un psicoanalista lacaniano?


AK: Algunos psicoanalistas lacanianos han aparecido. Tenemos que pensar que las instituciones oficiales del Psicoanálisis como la "Asociación Psicoanalítica Argentina" en particular, ha instalado el Psicoanálisis en nuestro país y han ocupado lugares. Pero me parece que ese monopolio al que creo que vos hacés referencia, últimamente ya no es tan así.
Cuando yo me refería a los obstáculos del Psicoanálisis, me quería referir esencialmente a que encuentra obstáculos no sólo exteriores a su propia práctica sino que la propia práctica necesariamente va a generar obstáculo. Porque no es un tratamiento destinado a lo que se podría llamar alegremente el bienestar. Es decir, quien emprende un Psicoanálisis tiene que encontrarse seguramente con cuestiones difíciles, con cuestiones que tenga que poder reconocerse de sí mismo. Y esto genera obstáculos. Yo quería retomar algo que vos planteabas antes, acerca de si el Psicoanálisis podía dar respuestas o prometer panaceas. Lo mejor es enemigo de lo bueno. Es cierto, se hacen muchas ofertas en la actualidad. Siempre se han hecho muchísimas ofertas. El Psicoanálisis, el psicoanalista, no puede ofrecer respuestas, no puede ofrecer milagros. Pero ofrece, sí, la posibilidad de una escucha a partir de la cual se abre la posibilidad de que las respuestas empiecen a encontrar un lugar.



EB: ¿Cuál sería la nota distintiva entre el Psicoanálisis y las terapias alternativas que te prometen la felicidad en dos meses?


AK: Estas promesas de felicidad desde el Psicoanálisis podríamos decir que están todas enmarcadas dentro del principio del placer...


EB: Entonces si el Psicoanálisis no te promete un lecho de rosas... ¿hay que pasar por el infierno, en términos dantescos?

AK: No promete un lecho de rosas ni tampoco un diván de espinas... La nota distintiva está dada por cierta vocación en relación al saber y a la verdad. En general estas promesas de rápidos resultados con poco esfuerzo que se hacen por ahí, que siempre se han hecho... Hasta resulta paradojal e interesante este fenómeno por el cual con el desarrollo de la técnica y de la tecnología tan avanzada, cada vez más haya un retorno a ofertas muy lindantes con lo mágico. Esta especie de esquizoidía de nuestra cultura moderna. Pero decía recién que la nota distintiva tiene que ver con que este tipo de ofertas mágicas en realidad son como recetas al modo de trajes de confección. Cada cual puede ir, probárselo y para toda una tipología humana pueden andar bien esas medidas. El Psicoanálisis es un traje a medida.


Quiero decir con esto, que el saber que atañe a cada sujeto y que lo hace distinto de otro, cada historia es una historia distinta, este traje a medida que es el Psicoanálisis por el cual cada uno es diferente, necesariamente puede sostener la posibilidad de que alguien mejore respecto de sus problemas cotidianos. Porque tampoco vamos a decir que el Psicoanálisis promete el sufrimiento. Es un error plantear esto y creo que los psicoanalistas an alguna medida algo hemos hecho para que se creara una cierta imagen en ese sentido. Pero creo que la diferencia esencial es que no hay cambio para un sujeto que no pase por la posibilidad de que acceda a cierto saber acerca de sí mismo.


EB: Los cambios profundos o estructurales se producen con el traje a medida... con el traje de confección serían cambios pasajeros...


AK: Sí, lo que solemos llamar efectos sugestivos. No porque en el Psicoanálisis estos efectos de sugestión no se produzcan. Lo que pasa es que no reposa esencialmente sobre el resorte de la sugestión, aunque implique cierta medida de sugestión. El Psicoanálisis pasa por otro lado. Pasa por sostener la posibilidad para un sujeto, para aquél que viene a formular su consulta, de que acceda a un saber acerca de lo que esencialmente a él le atañe. Es a partir de ahí que los cambios consistentes son posibles.


JCO: O sea que el analista no está obligado a darle la felicidad como si fuera un don. Los analistas sacarían los "demonios" internos... y cada uno sabe lo que puede tener adentro...
AK: No hay que asustar a la gente con Dante, el infierno, el purgatorio y los demonios. Los demonios nos parecen más demoníacos cuanto menos sabemos de ellos. En la medida en que podemos decir de las cosas que nos pasan, esos demonios toman una consistencia menos amenazadora. Las cosas nos resultan más demoníacas cuanto más nos es difícil hablar de eso. Retomando lo que decíamos antes, puede haber Psicoanálisis sin diván, con una frecuencia de sesiones muy diversa. Lo que no puede haber es un Psicoanálisis sin que haya allí uso de la palabra, intercambio de palabras. Ya desde sus comienzos esta es una clave esencial de la eficacia psicoanalítica y en ese sentido, los demonios cuando son puestos en palabras empiezan a tomar una forma menos amenazadora.
El Psicoanálisis no puede ser como el aprendiz de brujo que conjura a los demonios y después no sabe qué hacer con ellos. Se trata de conjurar a los demonios para que pierdan esa consistencia que toman cuando no nos atrevemos a hablar de eso.



JCO: ¿Es posible que una persona que niegue el Psicoanálisis lo necesite?
EB: ¿Es para todos?


AK: No, no es para todos, y esto no lo digo por el caso de alguien que niegue el Psicoanálisis. Lo digo por cuestiones clínicas y psicopatológicas. Lo cual no quita que un psicoanalista pueda intervenir en tratamientos de pacientes para los que no esté indicado el Psicoanálisis y que un analista pueda intervenir eficazmente pero no bajo los lineamientos clásicos del tratamiento psicoanalítico.
Que alguien niegue el Psicoanálisis no agrega ni quita respecto de que pudiera necesitarlo. En realidad es difícil la palabra "necesidad" respecto de la relación de un sujeto y el psicoanálisis para sí mismo. Cada cual sabe o puede advertir cuándo necesita formular una consulta a un especialista.


EB: Quería aclarar que cuando preguntaba si el Psicoanálisis era para todos no me refería en un sentido elitista... Además no cualquiera se interroga por su malestar.


AK: El Psicoanálisis es para todos aquellos que padezcan un sufrimiento y que ese sufrimiento lo lleve a una consulta. No es serio plantear que alguien va a un Psicoanálisis simplemente por cuestiones de filosofía. Cualquiera que va a formular una consulta a un analista seguramente es porque padece de algo, sufre de algo. Esto, por la misma índole de lo que el analista va a proponer, ese sufrimiento debe abrir paso a alguna clase de pregunta, es decir, al sintido que ese sufrimiento tiene para ese sujeto.



EB: Muchos padecen de algún sufrimiento y pretenden recibir soluciones del analista...


AK: Diría que esto es casi hasta una fase necesaria. En todo comienzo es necesario suponer que cualquiera que viene a una consulta trae una expectativa de esta índole. Espera que el psicoanalista tenga la respuesta, ya sea que lo explicite o no. Es inevitable y hasta necesario. Debe esperar del analista esta respuesta "mágica". El tema es: ¿cómo sostiene su oferta el psicoanalista para que, sabiendo que es imposible esa respuesta mágica, no obstante se pueda operar de modo tal que la pregunta que el paciente trae, promueva un trabajo que podríamos decir es casi de una investigación subjetiva, una investigación personal.
Ese saber acerca de por qué a uno le pasan determinadas cosas, que necesariamente se supone que el analista es depositario de ese saber, sabría por qué a alguien le pasan determinadas cosas; ese saber, el sujeto empieza a pensar que sólo puede producirlo hablando, trayendo sus asociaciones, sus sueños, sus lapsus.


EB: El otro día le hicieron un reportaje a Mario Bunge en el diario Clarín. Le preguntaron "¿qué le reprocha al Psicoanálisis?" y Bunge responde: "Que es una profesión que no tiene investigación. Es una disciplina en la que tampoco hay cambios. Después de cien años las ideas siguen siendo las de Freud. Además está en contradicción con los hallazgos hechos en los últimos cincuenta años por la Psicología experimental, en especial por la Psicología fisiológica. No es eficaz. Peor aún, es contraproducente, no sólo no cura sino que además empeora". ¿Cuál es tu comentario?


AK: No son novedad las críticas de Mario Bunge. Casi diría que es un caballito de batalla de hace muchos años. En tanto haya espacio para que se pueda sostener un debate me parece que no esá mal que podamos leer lo que dice Bunge y podamos responder y sostener un debate en relación a esto. En sus cien años de existencia el Psicoanálisis se ha encontrado muchas veces con este tipo de críticas y ha crecido, no obstante eso. Ha desarrollado teorías. Pero me parece importante distinguir cuáles son las dificultades propias de una teoría y una práctica psicoanalítica y cuáles son quizá los vicios, en cierto sentido, de los psicoanalistas. No porque los psicoanalistas podamos a veces tener cierta tendencia a repetir cuestiones dichas por Freud o por otros pensadores, eso no autoriza a extender la crítica al Psicoanálisis como tal. En este sentido la clínica psicoanalítica en las instituciones asistenciales públicas, volviendo a esto que no es excluyente, la posibilidad de una oferta de práctica asistencial y de alto nivel ha sido un progreso de los últimos años, el Ameghino es una prueba de ello. El Psicoanálisis ha venido sosteniendo una práctica que demuestra su eficacia. Lo cual no quita que dejemos de interrrogarnos por las modalidades y por cómo funciona esa eficacia. Tiene la pretención de transmitirse como ciencia y tiene la pretención de dar cuenta de sus fundamentos en forma científica. En este sentido tiene vocación de constituirse como ciencia y esto es innegable.



EB: Muchas gracias.

















martes, 7 de julio de 2009

El enigma femenino

Para Mariana que, sin proponérselo, me enseñó algunas cosas.


Intentaremos articular la feminidad y la mascarada. Hablaremos para ello del complejo de Edipo como estructura fundante en la constitución del sujeto y del falo, como aquello que dinamiza las relaciones entre los personajes que intervienen en el complejo. Por último comentaremos un cuento de Oscar Wilde, "La Esfinge sin secreto" que nos permitirá ilustrar el tema que estamos considerando.

El Falo
Con relación al falo el texto al que debemos referirnos es "La organización genital infantil" de 1923. El falo es la premisa universal del pene, creencia infantil de que sólo hay seres con pene. Para Freud, el falo es una premisa que se da de antemano, y cuyo origen es desconocido. Nos dice: "este órgano, tan fácilmente excitante, capaz de variar de estructura y dotado de extrema sensibilidad, ocupa en alto grado el interés del niño y plantea nuevos problemas a su pulsión de investigación."
Aquí el falo se constituye en una fase del desarrollo de la libido. Fase implica obligatoriedad. Todo el mundo tiene que pasar por ella. La novedad que aporta esta fase es su articulación con el complejo de castración. Entonces, confrontados con los hechos, los niños descubren que hay seres a quienes les falta, y temerán perderlo y las niñas que descubren que no lo tienen, querrán tenerlo. Estos dos puntos definen el complejo de castración. En la mujer este complejo se llama envidia del pene y en el hombre, amenaza de castración. Cuando el niño ve los genitales de una niña cree que si no lo tiene, de acuerdo con la premisa fálica, es porque ha hecho algo malo y se lo han cortado. La fantasía de castración se va generalizando a todas las mujeres pero adquiere su plena significación ante la castración en la madre. En esta fase la polaridad sexual es genital masculino/castrado. Sólo al final del desarrollo, en la fase genital, se dará la polaridad masculino/femenino. Como se ve, la oposición masculino/femenino no aparece de entrada. Son conclusiones del desarrollo: no se nace hombre ni mujer.


Complejo de Edipo femenino

¿Cómo atraviesa la mujer la fase fálica? Hay dos artículos de Freud donde lo explica. "Sobre la sexualidad femenina" 1931 y "La feminidad" conferencia 33 de "Nuevas lecciones de introducción al Psicoanálisis" de 1932. En ese momento Freud descubre la importancia de las fases preedípicas del desarrollo. De entrada el objeto primordial para la mujer es de su propio sexo: la madre.
La sexualidad de la mujer es complicada porque tiene dos dificultades: para posicionarse como heterosexual la mujer tiene que hacer un doble viraje: del objeto –de la madre al padre- y cambio de zona genital, del clítoris a la vagina. Este doble cambio el hombre no lo tiene que hacer porque su referencia genital será el pene y su objeto primordial es el objeto de su posición normativa heterosexual.
Esta primera relación con la madre es un lazo muy intenso. Se constituye sobre el fondo de una ilusión fálica que es doble: la madre tiene falo y la niña también. Pero llega el momento de la decepción con la experiencia de la diferencia de los sexos, con el reconocimiento de que ella no tiene. Finalmente también tendrá que reconocer que la madre tampoco. Esto provoca la ruptura del idilio con la madre y la niña se dirigirá la padre entrando en el complejo de Edipo. Es decir, la decepción fálica sobre el fondo de la premisa universal del pene al confrontarse con la diferencia de los sexos, la impulsa hacia el hombre.
En el hombre, ella va a buscar la posibilidad de que le dé un hijo, porque para Freud, el hijo es lo único que a una mujer la puede colmar de su falta de pene.
Freud le ve tres posibles salidas a este complicado desarrollo. Una sería el rechazo de toda la sexualidad, la frigidez. Otro camino sería la creencia de que tiene pene en algún sentido de que va a conseguirlo, lo que la llevaría a una elección homosexual de objeto. Y la tercera vía, que llevaría a la "normalidad" es la que supone la ecuación chico=falo.



Las fórmulas de la sexuación. El goce fálico.


La feminidad es para Freud "norme-male", norma-macho, al decir de Lacan. Para el francés, Freud en torno a la cuestión de lo femenino pierde el rumbo. En el Seminario 17, clase del 11-2-70 nos dice: "Evidentemente, Freud, a veces, nos abandona, se escabulle. Abandona la cuestión cuando se aproxima al goce femenino".
Entonces, Freud no llega muy lejos en este camino, porque los tres caminos posibles en la resolución edípica son formas neuróticas de la feminidad. El deseo femenino por excelencia –tener un hijo- no se sino un deseo masculino. En "La feminidad" nos dice: "El viejo deseo masculino de la posesión de un pene se transparenta a través de la más acabada feminidad. Pero quizá debiéramos reconocer tal deseo de pene como por excelencia femenino."
Efectivamente, desde Lacan podemos llamar posición masculina, lado del hombre, a esta orientación hacia el padre, sin importarnos cuál sea el sexo biológico de quien se sitúa según dicha orientación. La feminidad se normaliza en el deseo de pene. Halla la razón de su deseo en el falo. Podemos hablar para las tres orientaciones de diferentes modos de goce, que encuentran su límite en la "carretera principal" como dice Lacan en el Seminario 3. Se incluyen en el campo del goce fálico.
Esto es así porque las tres orientaciones que propuso Freud son consecuencia de la envidia fálica.
La histérica quedará ubicada también dentro del goce fálico, normativizado por la ley paterna a través del deseo como insatisfecho. Deseo que quedará anudado a la envidia del pene. El goce fálico está estructuralmente condenado al fracaso, a no encontrar su meta, a dejar un resto. En el resto que se produce por la diferencia entre lo esperado y lo hallado se sostiene el deseo como insatisfecho.
Este deseo que caracteriza a la histérica sólo se sostiene insatisfecho con relación a un goce absoluto situado en el horizonte, respecto del cual todo goce que a la histérica le toca en suerte –fálico- es insuficiente.

La feminidad y la mascarada


Dice Lacan en el Seminario 5: "He mencionado el velo que con mucha regularidad cubre el falo en el hombre. Es exactamente lo mismo que recubre normalmente a la casi totalidad de la mujer, en la medida en que lo que ha de estar precisamente detrás, lo que está velado, es el significante del falo. El descubrimiento sólo mostraría nada, es decir, la ausencia de lo que es destapado, y con esto está vinculado lo que Freud llamó, a propósito del sexo femenino, el Abscheu, el horror que corresponde a la propia ausencia: la cabeza de Medusa". Clase del 7-5-58.
Una mujer puede representar un velo detrás del cual queda sugerido un misterio. En el cuento "La esfinge sin secreto" de Oscar Wilde esto se desarrolla muy claramente.
Es suficiente presentar un velo para que un hombre desee conocer lo que hay detrás. Recordemos el cuerpo velado en "la danza de los siete velos".
Velo y misterio están muy relacionados. No es casual que en las novelas policiales la mayoría de los investigadores sean del sexo masculino. Las mujeres no se interesan en develar enigmas (salvo el enigma femenino) sino que más bien los inventan, como la esfinge de Tebas, o los encarnan personalmente, como Lady Alroy.
Habíamos citado al cuento "La esfinge sin secreto". Allí vemos que la protagonista utiliza su mascarada como una estrategia para ocupar toda ella el lugar del falo y sostener el deseo como insatisfecho, manteniéndolo vivo a través del enigma que encarna.
En el cuento de Wilde, el joven Gerald tiene una pena de amor. Había visto a una hermosa mujer en la calle y en ese breve instante quedó fascinado ante la enigmática belleza de la dama. Días después el destino quiso que se encuentren en una reunión social. A partir de ahí, comienzan a verse regularmente y ella siempre en una actitud enigmática, misteriosa.
Gerald confiesa ante esta conducta de Lady Alroy: "me enamoré apasionada, estúpidamente y la indefinible atmósfera de misterio que la rodeaba provocó mi más ardiente curiosidad." Las reuniones con Lady Alroy se sucedieron a lo largo de esa temporada.
Ambos jugaban al juego de la seducción amorosa, él jugando el rol de aparentar "tener" el falo y ella, de aparentar "serlo". Circunstancia que no implica necesariamente que ella estuviera enamorada de su partenaire en el juego de las apariencias, juego tan característico en los encuentros entre un hombre y una mujer.
Llegó un momento en que Gerald no soportó más esta situación enigmática y decidió declararle su amor y pedirle que fuera su esposa.
Otra vez la encuentra accidentalmente en la calle –ella no lo advierte- pero esta vez ella está entrando a un hotel donde se alquilan habitaciones. El sospecha que tiene una cita furtiva con un amante.
Cuando se vuelven a encontrar, Lady Alroy pretende seguir con el secreto. Al saberse descubierta responde que no tiene nada que decir, que no se encontró con nadie. El muchacho reacciona insultándola violentamente y se va de la casa.
No se vuelven a ver. Gerald hace un viaje para intentar olvidarla y cuando regresa a Londres se entera de que Lady Alroy había muerto víctima de una pulmonía.
Gerald va a la case de la supuesta cita furtiva. Allí le informa la casera que Lady Alroy alquilaba un cuarto para estar sola, leyendo libros o tomando el te.
Su amigo e interlocutor le dice a Gerald que esa mujer alquilaba esas habitaciones por el placer de ir sin el velo e imaginarse una heroína. (She took these rooms for the pleasure of going there with her veil down, and imagining she was a heroine).
Nuestra histérica Lady Alroy hace máscara para detrás de la misma ser el falo y convocar el deseo del Otro.
"No tengo nada que decir" dice ella, porque detrás de la mascarada hay un vacío. Por este motivo será necesario una fachada enigmática para que el hombre quiera desentrañar el enigma, para que el hombre suponga que más allá del misterio está el falo. Pero el falo nunca está donde se lo busca. Siempre está ausente aunque reine por doquier.
El falo imaginario es el pivote del "hacer apariencia". Lacan dirá que es el único semblante privilegiado en el juego imaginario de las mascaradas. Creemos que este bello cuento de Oscar Wilde es un claro ejemplo de ello.


Eduardo D. Briano
Trabajo realizado para el seminario "Acerca de la sexualidad femenina: ¿Qué quiere una mujer?" Docente: Enrique Tenenbaum. Centro de Salud # 3 Dr. Ameghino. 30-8-05