martes, 7 de julio de 2009

El enigma femenino

Para Mariana que, sin proponérselo, me enseñó algunas cosas.


Intentaremos articular la feminidad y la mascarada. Hablaremos para ello del complejo de Edipo como estructura fundante en la constitución del sujeto y del falo, como aquello que dinamiza las relaciones entre los personajes que intervienen en el complejo. Por último comentaremos un cuento de Oscar Wilde, "La Esfinge sin secreto" que nos permitirá ilustrar el tema que estamos considerando.

El Falo
Con relación al falo el texto al que debemos referirnos es "La organización genital infantil" de 1923. El falo es la premisa universal del pene, creencia infantil de que sólo hay seres con pene. Para Freud, el falo es una premisa que se da de antemano, y cuyo origen es desconocido. Nos dice: "este órgano, tan fácilmente excitante, capaz de variar de estructura y dotado de extrema sensibilidad, ocupa en alto grado el interés del niño y plantea nuevos problemas a su pulsión de investigación."
Aquí el falo se constituye en una fase del desarrollo de la libido. Fase implica obligatoriedad. Todo el mundo tiene que pasar por ella. La novedad que aporta esta fase es su articulación con el complejo de castración. Entonces, confrontados con los hechos, los niños descubren que hay seres a quienes les falta, y temerán perderlo y las niñas que descubren que no lo tienen, querrán tenerlo. Estos dos puntos definen el complejo de castración. En la mujer este complejo se llama envidia del pene y en el hombre, amenaza de castración. Cuando el niño ve los genitales de una niña cree que si no lo tiene, de acuerdo con la premisa fálica, es porque ha hecho algo malo y se lo han cortado. La fantasía de castración se va generalizando a todas las mujeres pero adquiere su plena significación ante la castración en la madre. En esta fase la polaridad sexual es genital masculino/castrado. Sólo al final del desarrollo, en la fase genital, se dará la polaridad masculino/femenino. Como se ve, la oposición masculino/femenino no aparece de entrada. Son conclusiones del desarrollo: no se nace hombre ni mujer.


Complejo de Edipo femenino

¿Cómo atraviesa la mujer la fase fálica? Hay dos artículos de Freud donde lo explica. "Sobre la sexualidad femenina" 1931 y "La feminidad" conferencia 33 de "Nuevas lecciones de introducción al Psicoanálisis" de 1932. En ese momento Freud descubre la importancia de las fases preedípicas del desarrollo. De entrada el objeto primordial para la mujer es de su propio sexo: la madre.
La sexualidad de la mujer es complicada porque tiene dos dificultades: para posicionarse como heterosexual la mujer tiene que hacer un doble viraje: del objeto –de la madre al padre- y cambio de zona genital, del clítoris a la vagina. Este doble cambio el hombre no lo tiene que hacer porque su referencia genital será el pene y su objeto primordial es el objeto de su posición normativa heterosexual.
Esta primera relación con la madre es un lazo muy intenso. Se constituye sobre el fondo de una ilusión fálica que es doble: la madre tiene falo y la niña también. Pero llega el momento de la decepción con la experiencia de la diferencia de los sexos, con el reconocimiento de que ella no tiene. Finalmente también tendrá que reconocer que la madre tampoco. Esto provoca la ruptura del idilio con la madre y la niña se dirigirá la padre entrando en el complejo de Edipo. Es decir, la decepción fálica sobre el fondo de la premisa universal del pene al confrontarse con la diferencia de los sexos, la impulsa hacia el hombre.
En el hombre, ella va a buscar la posibilidad de que le dé un hijo, porque para Freud, el hijo es lo único que a una mujer la puede colmar de su falta de pene.
Freud le ve tres posibles salidas a este complicado desarrollo. Una sería el rechazo de toda la sexualidad, la frigidez. Otro camino sería la creencia de que tiene pene en algún sentido de que va a conseguirlo, lo que la llevaría a una elección homosexual de objeto. Y la tercera vía, que llevaría a la "normalidad" es la que supone la ecuación chico=falo.



Las fórmulas de la sexuación. El goce fálico.


La feminidad es para Freud "norme-male", norma-macho, al decir de Lacan. Para el francés, Freud en torno a la cuestión de lo femenino pierde el rumbo. En el Seminario 17, clase del 11-2-70 nos dice: "Evidentemente, Freud, a veces, nos abandona, se escabulle. Abandona la cuestión cuando se aproxima al goce femenino".
Entonces, Freud no llega muy lejos en este camino, porque los tres caminos posibles en la resolución edípica son formas neuróticas de la feminidad. El deseo femenino por excelencia –tener un hijo- no se sino un deseo masculino. En "La feminidad" nos dice: "El viejo deseo masculino de la posesión de un pene se transparenta a través de la más acabada feminidad. Pero quizá debiéramos reconocer tal deseo de pene como por excelencia femenino."
Efectivamente, desde Lacan podemos llamar posición masculina, lado del hombre, a esta orientación hacia el padre, sin importarnos cuál sea el sexo biológico de quien se sitúa según dicha orientación. La feminidad se normaliza en el deseo de pene. Halla la razón de su deseo en el falo. Podemos hablar para las tres orientaciones de diferentes modos de goce, que encuentran su límite en la "carretera principal" como dice Lacan en el Seminario 3. Se incluyen en el campo del goce fálico.
Esto es así porque las tres orientaciones que propuso Freud son consecuencia de la envidia fálica.
La histérica quedará ubicada también dentro del goce fálico, normativizado por la ley paterna a través del deseo como insatisfecho. Deseo que quedará anudado a la envidia del pene. El goce fálico está estructuralmente condenado al fracaso, a no encontrar su meta, a dejar un resto. En el resto que se produce por la diferencia entre lo esperado y lo hallado se sostiene el deseo como insatisfecho.
Este deseo que caracteriza a la histérica sólo se sostiene insatisfecho con relación a un goce absoluto situado en el horizonte, respecto del cual todo goce que a la histérica le toca en suerte –fálico- es insuficiente.

La feminidad y la mascarada


Dice Lacan en el Seminario 5: "He mencionado el velo que con mucha regularidad cubre el falo en el hombre. Es exactamente lo mismo que recubre normalmente a la casi totalidad de la mujer, en la medida en que lo que ha de estar precisamente detrás, lo que está velado, es el significante del falo. El descubrimiento sólo mostraría nada, es decir, la ausencia de lo que es destapado, y con esto está vinculado lo que Freud llamó, a propósito del sexo femenino, el Abscheu, el horror que corresponde a la propia ausencia: la cabeza de Medusa". Clase del 7-5-58.
Una mujer puede representar un velo detrás del cual queda sugerido un misterio. En el cuento "La esfinge sin secreto" de Oscar Wilde esto se desarrolla muy claramente.
Es suficiente presentar un velo para que un hombre desee conocer lo que hay detrás. Recordemos el cuerpo velado en "la danza de los siete velos".
Velo y misterio están muy relacionados. No es casual que en las novelas policiales la mayoría de los investigadores sean del sexo masculino. Las mujeres no se interesan en develar enigmas (salvo el enigma femenino) sino que más bien los inventan, como la esfinge de Tebas, o los encarnan personalmente, como Lady Alroy.
Habíamos citado al cuento "La esfinge sin secreto". Allí vemos que la protagonista utiliza su mascarada como una estrategia para ocupar toda ella el lugar del falo y sostener el deseo como insatisfecho, manteniéndolo vivo a través del enigma que encarna.
En el cuento de Wilde, el joven Gerald tiene una pena de amor. Había visto a una hermosa mujer en la calle y en ese breve instante quedó fascinado ante la enigmática belleza de la dama. Días después el destino quiso que se encuentren en una reunión social. A partir de ahí, comienzan a verse regularmente y ella siempre en una actitud enigmática, misteriosa.
Gerald confiesa ante esta conducta de Lady Alroy: "me enamoré apasionada, estúpidamente y la indefinible atmósfera de misterio que la rodeaba provocó mi más ardiente curiosidad." Las reuniones con Lady Alroy se sucedieron a lo largo de esa temporada.
Ambos jugaban al juego de la seducción amorosa, él jugando el rol de aparentar "tener" el falo y ella, de aparentar "serlo". Circunstancia que no implica necesariamente que ella estuviera enamorada de su partenaire en el juego de las apariencias, juego tan característico en los encuentros entre un hombre y una mujer.
Llegó un momento en que Gerald no soportó más esta situación enigmática y decidió declararle su amor y pedirle que fuera su esposa.
Otra vez la encuentra accidentalmente en la calle –ella no lo advierte- pero esta vez ella está entrando a un hotel donde se alquilan habitaciones. El sospecha que tiene una cita furtiva con un amante.
Cuando se vuelven a encontrar, Lady Alroy pretende seguir con el secreto. Al saberse descubierta responde que no tiene nada que decir, que no se encontró con nadie. El muchacho reacciona insultándola violentamente y se va de la casa.
No se vuelven a ver. Gerald hace un viaje para intentar olvidarla y cuando regresa a Londres se entera de que Lady Alroy había muerto víctima de una pulmonía.
Gerald va a la case de la supuesta cita furtiva. Allí le informa la casera que Lady Alroy alquilaba un cuarto para estar sola, leyendo libros o tomando el te.
Su amigo e interlocutor le dice a Gerald que esa mujer alquilaba esas habitaciones por el placer de ir sin el velo e imaginarse una heroína. (She took these rooms for the pleasure of going there with her veil down, and imagining she was a heroine).
Nuestra histérica Lady Alroy hace máscara para detrás de la misma ser el falo y convocar el deseo del Otro.
"No tengo nada que decir" dice ella, porque detrás de la mascarada hay un vacío. Por este motivo será necesario una fachada enigmática para que el hombre quiera desentrañar el enigma, para que el hombre suponga que más allá del misterio está el falo. Pero el falo nunca está donde se lo busca. Siempre está ausente aunque reine por doquier.
El falo imaginario es el pivote del "hacer apariencia". Lacan dirá que es el único semblante privilegiado en el juego imaginario de las mascaradas. Creemos que este bello cuento de Oscar Wilde es un claro ejemplo de ello.


Eduardo D. Briano
Trabajo realizado para el seminario "Acerca de la sexualidad femenina: ¿Qué quiere una mujer?" Docente: Enrique Tenenbaum. Centro de Salud # 3 Dr. Ameghino. 30-8-05

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