domingo, 24 de mayo de 2009

Perversiones: problemas que plantean al diagnóstico



Hay una diferencia considerable entre un diagnóstico surgido desde la psiquiatría de un diagnóstico psicoanalítico.
El diagnóstico psiquiátrico es descriptivo, se formula desde una posición y metodología empiristas. Podemos mencionar como ejemplos tanto a la Psiquiatría clásica –Kraepelin- como a la moderna Psiquiatría norteamericana con su criterio farmacológico.
El diagnóstico psicoanalítico no desdeña el registro descriptivo de síntomas y conductas pero lo considera desde una perspectiva estructural.
En el caso de las perversiones estas diferencias entre usar por una parte descripciones de conductas y por otra la posición del sujeto en la estructura producen diferencias mayores.
Cuando el diagnóstico de perversión se establece por descripciones de conductas la noción de perversión se hace equivalente a la de desviaciones en la conducta sexual. Son conductas aberrantes. Aún en Psicoanálisis, esta es una de las definiciones de la perversión. Con este criterio se puede hacer el catálogo de las perversiones y tenemos a la homosexualidad, el fetichismo, el travestismo, el sadismo, el exhibicionismo etc.
Sin embargo, podemos ver que estas desviaciones se encuentran entre las conductas de los neuróticos y de los psicóticos, perdiendo especificidad el diagnóstico de la perversión.
Por otra parte, cuando hablamos de conductas aberrantes o desviadas debemos preguntarnos: ¿Son desviadas con relación a qué? Explícita o implícitamente estamos suponiendo un modelo o tipo ideal de conducta sexual en relación con el cual medir la desviación. Detrás de la fachada descriptiva, se sostiene un idealismo, hay una jerarquía valorativa en juego.
En “Tres ensayos para una teoría sexual” Freud toma como punto de partida este modelo descriptivo. El primer ensayo lleva por título: “Las perversiones sexuales”. En su primer capítulo considera a las perversiones siguiendo el criterio de las desviaciones respecto al objeto (A. La inversión B. Impúberes y animales como objetos sexuales) y en el segundo capítulo con el criterio de las desviaciones relativas al fin sexual (A. Transgresiones anatómicas B, Fijación de los fines sexuales preliminares)
Notamos el deslizamiento que produce Freud entre este concepto de “aberrraciones” que figura en el primer capítulo y que luego, a medida que avanza en la construcción del problema que plantea la sexualidad humana, es sustituido por el de “perversiones”. Así, al comenzar el tercer capítulo “Generalidades de las perversiones en conjunto”, afirma:

En ningún hombre normal falta una agregación de carácter perverso al fin sexual normal, y esta generalidad es suficiente para hacer notar la impropiedad de emplear el término “perversión” en un sentido peyorativo”.

Podemos suponer que si Freud comienza los “Tres ensayos…” desde un enfoque empirista-idealista tradicional (desviaciones, aberraciones), no es tanto para insistir y defender la noción de “desviación” como para hacer explícito cuál es el tipo ideal y destituirlo. Es en ese momento cuando comienza a utilizar el término perversiones.

Pero aún en el acto sexual más normal integra visiblemente aquellos elementos cuyo desarrollo conduce a las aberraciones que hemos descripto como perversiones.”

Al finalizar su artículo “Tres ensayos…” habrá demostrado que no hay en la sexualidad un objeto y un fin naturales. La sexualidad humana no es natural. La heterosexualidad adulta no es sino uno de los destinos de lo sexual y por lo mismo no es menos enigmático un coito que una práctica perversa. El problema se ha transformado casi en su contrario. Ya no se trata de explicar cómo hay desviaciones sino cómo con una sexualidad que es inicialmente perversa llega a instalarse en el sujeto, como dice Lacan:

“…una posición sin la cual no podría identificarse al tipo ideal de su sexo, no tampoco responder sin grave riesgo a las necesidades de su pareja en la relación sexual, más todavía, aceptar con justeza las del niño que en ellas se haya procreado.” (La significación del falo)

Al promediar el capítulo tercero de los “Tres ensayos…” se ocupa de las características que distinguen lo normal de lo patológico:

“Cuando (la perversión) muestra los caracteres de exclusividad y fijación, es cuando podemos considerarla justificadamente como un síntoma patológico.”

La etiología sexual de las neurosis es una hipótesis que Freud viene sosteniendo desde los comienzos, pero es aquí donde considera la relación entre neurosis y perversión:

“Los síntomas psiconeuróticos no se originan nunca a costa del instinto sexual denominado normal, sino que representan una exteriorización de aquellos instintos que se considerarían como perversos en el más amplio sentido de la palabra, y se exteriorizan directa y conscientemente en propósitos fantaseados o en actos."

Al final de este párrafo encontramos la fórmula freudiana que define la relación entre neurosis y perversión:

“La neurosis es, por decirlo así, el negativo de la perversión.”

La perversión se caracterizaría por una exteriorización directa y consciente en fantasías y actos y la neurosis por una satisfacción deformada sustitutiva de las pulsiones parciales a través del síntoma.
Una aclaración. Lopez Ballesteros traduce “trieb” por instinto pero es más exacto utilizar el término pulsión.
La perversión adulta no va a ser efecto sólo de la persistencia de esta pulsión parcial. Hará falta una regresión a un punto de fijación en las organizaciones pregenitales.
Este concepto de regresión implica el retorno del sujeto a etapas superadas de su desarrollo libidinal y a relaciones de objeto anteriores, encontrando una satisfacción libidinal pregenital.
En este punto encontramos el impasse teórico freudiano. No puede dar cuenta de qué es lo que produce esta retirada libidinal.
Sólo más tarde podrá articular esta problemática con el complejo de Edipo y el complejo de castración. Al no incluir estos articuladores quedamos con una explicación de tipo naturalista en donde la genitalidad aparece orientando el desarrollo sexual como un orden preestablecido al que habría que llegar.
Hemos llegado a un punto donde no podemos distinguir claramente las perversiones de las neurosis, ni por estructura, pues la sexualidad humana es estructuralmente perversa, ni tampoco por un criterio descriptivo. Debemos agregar otros elementos para tratar de resolver la cuestión.
Podemos considerar el mecanismo de la “Verleugnung” –renegación o desmentida- que como renegación de la castración en la madre es aplicado por Freud al análisis del fetichismo. Se ha intentado definir la especificidad de cada estructura, neurosis, perversión, psicosis, por un mecanismo que les sería característico: la represión en las neurosis, la renegación en las perversiones y la forclusión en las psicosis. Sin embargo esto es incorrecto. La “Verleugnung” implica la represión; en la estructura perversa hay represión además de renegación. Además en Freud no quedan bien distinguidos estos dos mecanismos de “Verleugnung” y “Verwerfung” (renegación y forclusión) El mecanismo de la renegación es utilizado por Freud tanto para dar cuenta de la estructura perversa como de la estructura psicótica. Inclusive hay pocos textos en los cuales él utiliza el término “verwerfung”.
No queda otra alternativa que reconocer que en Freud el problema permanece irresuelto.

Lacan en sus primeros Seminarios permanece muy cerca de las nociones freudianas. En especial las de los textos sobre Leonardo y el Fetichismo, definiendo las perversiones a partir de la identificación del sujeto con la madre portadora de falo o la identificación con el falo mismo.
Posteriormente trabajará la distinción entre neurosis y perversión a través de la distinción entre placer y goce y la construcción de una teoría del fantasma (y del objeto a) que articule sus funciones en relación al deseo por una parte, y al goce, por otra.
Con estas herramientas conceptuales produce una definición centrada en la posición del sujeto en la estructura que es novedosa con relación a Freud.
En la perversión el sujeto se ubica en el lugar del objeto como instrumento del goce del Otro. En este momento el paradigma de las perversiones será el masoquismo y ya no el fetichismo.
Esta definición tiene valor diagnóstico, ya que nos permite descartar el diagnóstico de perversión cuando, a pesar de la presencia de perversiones en lo fenomenológico –desviaciones o aberraciones- no se verifica esa posición del sujeto en la estructura. Y también nos permite reconocer una estructura perversa aún en aquellos casos en que las desviaciones con relación al objeto o al fin sexual son inexistentes.
Eduardo Briano

Trabajo presentado para la materia “Clínica de las Perversiones” Posgrado de la Facultad de Psicología U.B.A. 1994.