En la obra de S. Freud (1) hay una distinción entre dos conceptos: represión (verdrängung) y sepultamiento o disolución (untergang). En el primer caso algo cae pero retorna, hay compensación sustitutiva, transacciones. En el segundo caso, hay destrucción definitiva, pero es una destrucción que crea otra cosa. Hay cambio cualitativo y no sólo cuantitativo como en el la represión; por lo tanto hay creación. Distinción siempre mencionada pero sin una elaboración clara de la misma.
En “La disolución del complejo de Edipo” de 1924, dice Freud:
“No veo motivo alguno para no considerar el apartamiento del Yo del complejo de Edipo como una represión, aunque la mayoría de las represiones ulteriores se produzcan bajo la intervención del Super-yo, cuya formación se inicia precisamente aquí. Pero el proceso descripto es más que una represión y equivale, cuando se desarrolla perfectamente, a una destrucción y a una desaparición del complejo… Si el Yo no ha alcanzado realmente más que una represión del complejo, este continuará subsistiendo, inconsciente, en el Ello y manifestará más tarde su acción patógena” (2) (subrayado nuestro)
El concepto que introduce Freud es disolución (untergang). Hay una necesidad teórica de distinguirlo de la represión, de lo contrario, no hubiese utilizado el término en varios lugares de su obra.
Sin embargo, no encontramos más explicaciones sobre este desarrollo perfecto que desembocaría en una destrucción y desaparición del complejo. Por el contrario, la clínica nos muestra que Edipo subsiste inconsciente y manifiesta su acción patógena en el padecimiento y los síntomas por los que los pacientes consultan a un analista.
De todas maneras, Freud mantiene la distinción de dos desenlaces del Edipo (disolución-represión)
En “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica” de 1925 dice:
“El complejo no es simplemente reprimido en el varón, sino que se desintegra literalmente bajo el impacto de la amenaza de castración. Sus catexias libidinales son abandonadas, desexualizadas y, en parte, sublimadas; sus objetos son incorporados al Yo, donde constituyen el núcleo del Superyo. En el caso normal (más bien dicho en el caso ideal, ya no subsiste entonces complejo de Edipo alguno, ni aún en el inconsciente: el Superyo se ha convertido en su heredero” (3)
En la conferencia “La angustia y la vida instintiva” de 1932 se refiere a los distintos destinos que sufren los impulsos instintivos (pulsionales) en el Ello, uno de ellos nos interesa:
“Experimentan un profundo aniquilamiento, en el cual la libido queda definitivamente encaminada por otras vías. Así sucedía en la solución normal del complejo de Edipo el cual, en este caso deseable, no queda pues simplemente reprimido, sino que es destruido en el Ello” (4) (subrayado nuestro)
En estos ejemplos vemos cómo mantiene la distinción entre dos destinos del Edipo, pero sin alejarse mucho de lo que había enunciado en 1924.
Si el complejo de Edipo debe llegar a una final, ¿Cómo pensar esa operación sin que su resultado sea una sexualidad sintomática y repetitiva de la problemática edípica pasada?
En “Moisés y la religión monoteísta” de 1938, se mantiene la ambigüedad teórica entre disolución/represión, pues en el texto Freud describe los aspectos de la represión – retorno de lo reprimido – formación de síntomas, propio de la neurosis y también va trabajando la noción de tradición relacionada con la disolución mosaica.
Freud se pregunta ¿cómo es posible que una tradición (mosaica) haya pasado al dominio popular? Para responder esta pregunta sostendrá una casi completa concordancia entre el individuo y la masa. Hagamos un poco de historia.
Moisés el egipcio transmite a los judíos la religión monoteísta de Aton. Al morir el faraón Ikhnatón, Moisés tuvo que organizar el éxodo de Egipto entre 1358 y 1350 ante la caída en desgracia del nuevo culto monoteísta que había impuesto el faraón.
Más tarde, Freud rastrea al Moisés madianita, nombre de un sacerdote de las tribus judías de las que surgió el pueblo de Israel. Su dios era Yahvé, ominoso, sediento de sangre y nocturnal. Este Moisés madianita no parece tener relación con los hechos del homónimo personaje egipcio. Freud sostiene que el primer Moisés abandonó Egipto con un importante número de seguidores de su nueva religión monoteísta. Mas tarde fue asesinado por los judíos, halló violento fin en una revuelta de su pueblo que así abandonó su religión.
La catástrofe de Moisés y de la religión por él fundada, su “untergang” no pudo evitar que un grupo de seguidores fieles, una minoría influyente y superior culturalmente, guardara su memoria y cultivara la tradición de sus enseñanzas.
Tras la fundación de la religión nueva, yahvética, en Kadesch, un siglo después, los judíos habrían rendido un postrer homenaje a la figura del Moisés egipcio, verdadero salvador de su pueblo, fusionándolo con el Moisés madianita. Esta solución de compromiso, sintomal, explica la dislocación o desfiguración de los textos históricos.
La segunda fundación religiosa deja reprimida y suplanta a la primera aunque esta sale a la luz más tarde por detrás de aquella bajo la forma de una tradición que persistió a los largo de los siglos encarnada por un pequeño círculo de profetas, que continuaron la religión del Moisés egipcio haciéndola irrumpir con más fuerza sobre vastas masas de personas.
Freud quiere explicar este fenómeno histórico: ¿Es un mero retorno de lo reprimido, transaccional, sintomático? Concluye la primera parte del tercer ensayo diciendo:
“Una tradición que se basara en la comunicación oral, nunca podría dar lugar al carácter obsesivo de los fenómenos religiosos. Sería escuchada, juzgada, y eventualmente rechazada, como cualquier otra noticia del exterior, pero jamás alcanzaría el privilegio de librarse de las restricciones que comporta el pensamiento lógico. Es preciso que haya sufrido antes el destino de la represión, el estado de conservación en lo inconsciente, para que al retornar pueda producir tan potentes efectos, para que logre doblegar a las masas bajo su dominio, como lo comprobamos en la tradición religiosa, asombrados y sin lograr explicárnoslo por el momento.” (5)
Para la masa remite el fenómeno a las huellas mnemónicas del grupo, la herencia arcaica. Para explicar la tradición en el individuo y la masa recurre al inconsciente y la represión que conservan las huellas mnemónicas, lo olvidado no fue borrado sino reprimido.
Pero entonces la disolución queda equiparada con el proceso represivo que implica el retorno de lo reprimido, como ocurre en la neurosis.
La religión de Moisés sufrió su disolución y siguió ejerciendo sus efectos en el trasfondo. Parecería que haber sido “sepultada” de este modo le daba más fuerza en su retornar que el que tuvo la palabra misma de su fundador.
Para dar cuenta de esta disolución Freud la equipara a la represión y al retorno de lo reprimido en el sujeto, cuando a lo largo de su obra, y especialmente en este texto, parecería querer separar otro proceso, no muy claramente formulado.
Para entender mejor este desenlace del Edipo no tan frecuente pero posible, busquemos el significado del término “untergang” en la filosofía alemana y especialmente en Friedrich Nietzsche.
En su famosa obra “Así habló Zaratrustra” 1884 (6), el traductor nos comenta en una nota al pie de página que el verbo “untergehen” es una de las palabras-clave en la descripción de Zaratrustra. Esta palabra tiene muchos matices lo que hace dificultosa su traducción al castellano. Literalmente significa “caminar (gehen) hacia abajo (unter)”. Esto es así: Zaratustra baja de la montaña. En segundo lugar designa la “puesta del sol”, el “ocaso”. Zaratustra quiere obrar como el sol al atardecer, es decir, “ponerse”. En tercer término “untergehen” y el sustantivo “untergang” se usan con el significado de hundimiento, destrucción, decadencia. También Zaratustra se hunde en su tarea y fracasa, su tarea le destruye. El hombre, dice Zaratustra, es un “tránsito y un ocaso”. Esto es, al hundirse en su ocaso, como el sol, pasa al otro lado (de la tierra, según la vieja creencia). Y “pasar al otro lado” es superarse a sí mismo y llegar al superhombre.
En Zaratustra se tratará de un deseo de muerte, pero no de una destrucción definitiva que no deje huellas. Sino de un proceso que implica desaparición y al mismo tiempo una persistencia virtual capaz de producir efectos potenciales. El ejemplo más cotidiano sería el de la aspirina que al disolverse en agua produce efectos como su contracara creativa.
Suponemos que cuando Freud utilizó “untergang” estaba influído en la rica polisemia que tiene esta palabra. La posibilidad de metaforizar lo heredado para apropiárselo, pero ya no como lo mismo, sino transformado luego de su adquisición.
No obstante, encontramos diferencias entre el personaje de Zaratustra y el protopadre de “Tótem y Tabú” 1912-3. (7) En el primer caso se trata del deseo de muerte del padre (genitivo subjetivo). Es el padre quien desea morir, morir a tiempo. En Freud, el deseo de muerte del padre se refiere al genitivo objetivo. Es el deseo de los hijos de matar al padre de la horda primitiva. Este es un amo legislador, haciendo de su capricho la ley. Padre primordial cuyo resto no digerido en la comida totémica lo encontramos en la clínica con su voz cruel, sus mandatos insensatos, su mirada furibunda.
Como el complejo de Edipo es en definitiva el complejo paterno, en Freud coexisten estas dos perspectivas que estamos viendo, el padre de la horda, padre imposible de olvidar que retorna; y un padre que al disolverse como en el caso de Moisés, da lugar a un proceso creacionista, más allá de la neurosis.
Notas
1) Todas las referencias a la obra freudiana fueron realizadas en base a las Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva 1981. Traducción Luis Lopez Ballesteros y de Torres.
2) La disolución del complejo de Edipo. 1924 op.cit. Tomo 3. p 2750.
3) Algunas consecuencias de la diferencia sexual anatómica. 1925 op. cit. Tomo 3 p.2902.
4) Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis. 1932 op.cit. Tomo 3 conferencia 32 p.3152.
5) Moisés y la religión monoteísta. 1938. op.cit. Tomo 3 p. 3302.
6) Así habló Zaratustra. 1884. Friedrich Nietzsche. Ediciones Altaza. Prólogo y nota 4. Traducción Andrés Sánchez Pascual.
7) Totem y tabú. 1912-3. op.cit. Tomo 2. Capítulo 4: El retorno infantil al totemismo. Apartado 5.
Bibliografía
Sujeto, Acto, Repetición. Carlos Basch – Raul Yafar. Letra Viva Ediciones. Artículo: El Atardecer del Padre. Raúl Yafar.
El ateísmo como voluntad de ocas. Raúl Yafar. Artículo presentado en el “simposium Nietzsche” en el año 2000. Universidad Kennedy.
Amor y perversión. Raúl Yafar. Vergara Ediciones, 6º reunión.